Conociendo las Heridas de la Infancia: Jerarquía y Confianza
Apr 29, 2024Las experiencias de la infancia pueden dejar huellas profundas en nuestra psique, moldeando nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Dos heridas comunes que pueden surgir durante este período son las relacionadas con la jerarquía y la confianza. Estas heridas pueden influir significativamente en nuestra vida diaria, afectando nuestras relaciones, decisiones y bienestar emocional. En este artículo, exploraremos cómo estas heridas se manifiestan y qué pasos podemos tomar para sanarlas.
Familia, clan y emociones
El primer gran paso para adentrarnos a este tema implica ser conscientes de nuestro papel dentro de un grupo social. Como lo habrás escuchado alguna vez en la vida, las personas somos seres sociales acostumbrados a la convivencia y desarrollo en grupos, siendo el primero y más importante aquel que llamamos familia.
La forma en la que nos relacionamos, crecemos y maduramos con los integrantes definirá cómo creamos nuevas relaciones amistosas, laborales, sentimentales, profesionales y de cualquier otro tipo. De esta forma, podemos apreciar cuán importante es nuestra relación con la familia a la hora de crear nuevos clanes. Dicha tarea requiere reglas de convivencia y roles de comportamiento. ¿Qué pasa si se rompen estos pactos? Ahora lo averiguaremos.
Heridas de la infancia: conoce la jerarquía
Uno de los consensos primordiales dentro de un clan es la definición de jerarquías. ¿Quién fungirá como la cabeza del clan? ¿Quién será su mano derecha? ¿Quién estará a su cuidado? Con esta premisa, podríamos suponer que los padres serían los de jerarquía más alta, seguidos de los hijos, y finalmente, los nietos.
Entonces, la herida de jerarquía se forma cuando un niño experimenta un sentido de inferioridad o superioridad en relación con otros, ya sea en el hogar, la escuela o la sociedad en general. Esto puede ocurrir en entornos donde se promueve la competencia desmedida, la comparación constante o el abuso de poder. Como resultado, el individuo puede desarrollar una autoimagen distorsionada, sintiéndose perpetuamente por debajo o por encima de los demás.
Esta herida puede manifestarse de diversas maneras en la vida adulta. Algunas personas pueden luchar constantemente por demostrar su valía, buscando la aprobación externa y evitando situaciones donde se sientan inferiores. Otras pueden adoptar comportamientos dominantes o controladores para compensar su sentido de inferioridad. En ambos casos, la herida de jerarquía puede generar conflictos interpersonales, ansiedad y una sensación de falta de conexión genuina con los demás.
Cemento social: la confianza
Si hay un factor vital en todo grupo que propicia el orden y buen entendimiento de sus integrantes, esa es la confianza. Incluso, la misma jerarquía funcionará sí y sólo sí cada integrante del clan confía en que los demás cumplan con su posición. Es entonces que aparece la herida de confianza.
Ésta se origina cuando un niño experimenta traición, abandono o falta de apoyo emocional por parte de figuras significativas en su vida. Esto puede socavar la capacidad del individuo para confiar en sí mismo y en los demás, creando una barrera para establecer relaciones saludables y asumir riesgos emocionales. Las personas con esta herida pueden volverse desconfiadas, evitando la intimidad o siendo hipervigilantes ante cualquier señal de posible traición.
¿Hay forma de curar las heridas de la infancia?
¡Por supuesto! La herida de confianza y de jerarquía son dos de las 4 heridas identificadas. Y curiosamente, son las dos más sencillas de curar. Existen otras dos heridas que implican una mayor carga emocional en las personas, por lo que merecen un espacio especial para su exploración. Hablamos de las heridas de pertenencia y responsabilidad. Conócelas aquí.
El primer paso para curar las heridas de injusticia y traición es tomar conciencia de cómo estas experiencias pasadas influyen en nuestro comportamiento y bienestar emocional en el presente. La terapia puede ser una herramienta invaluable para explorar y procesar estas heridas de manera segura y constructiva. A través del trabajo terapéutico, podemos aprender a desafiar y reconstruir las creencias limitantes que se derivan de estas experiencias tempranas.
Además, cultivar la autocompasión y el autocuidado es fundamental en el proceso de curación. Reconocer nuestras propias vulnerabilidades y aprender a tratarnos con amabilidad y comprensión nos ayuda a desarrollar una base sólida de confianza interna. Practicar la atención plena y la autorreflexión también puede ser beneficioso para conectar con nuestras emociones y necesidades más profundas.
Finalmente, buscar relaciones saludables y de apoyo puede ser fundamental para sanar estas heridas. Al rodearnos de personas que nos aceptan y nos apoyan incondicionalmente, podemos experimentar un sentido renovado de confianza y conexión humana. Las terapias en grupo o las comunidades de apoyo pueden ser recursos valiosos para encontrar este tipo de vínculos significativos.
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